martes, 20 de octubre de 2009

la cultura del seguro

Del auto. De la casa. Contra granizo. Contra incendios. Nunca se sabe qué puede pasar. Hay seguros de viviendas que te aseguran hasta los perfumes importados. Y sí, mirá si los chicos jugando te lo desparraman por el piso. Yo quiero estar segura de que voy a poder seguir teniendo rico olor.
En realidad no tengo chicos, pero por las dudas.
Seguro de vida. Claro, si se muere tu padre por lo menos que te deje una buena cantidad de guita. Vas a ver cómo te sentís mucho mejor el día del entierro pensando que te espera una nueva etapa. Llena de plata.
Hoy es el esfuerzo. Mañana el goce. Ahora es cuando nos sacrificamos y hacemos todo lo posible para que mañana...qué se yo. En general la meta es todo una incógnita. A veces la meta es ponerse metas para retrasar el disfrute del momento. Tenemos esa estructura mental de que "cosecharás lo que siembres" y de que "en el cielo..."; pero, ¿alguien está seguro de que las privaciones de hoy equivaldrán a placeres futuros? Es un esquema raro. El de nuestra cabeza. Siempre el presente queda relegado con respecto al futuro."No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". Y ¿qué es mañana sino un nuevo hoy?
Nacemos dependientes pero en un estado de libertad absoluta del pensamiento. Nuestra cabeza es todavía ilimitada en sus posibilidades. Todavía no conocemos perros que muerdan, gatos que arañen, arañas que piquen, picanas eléctricas, cucarachas que se metan adentro de orejas ni murciélagos que se peguen en el pelo como chicles. Todavía no vivimos el miedo, el vértigo, la inseguridad. No sabemos que el rosa, el pelo largo, las barbies, las flores y los vestidos son de mujer, ni que el celeste, el pelo corto, los playmovil, el fútbol y los pantalones son de varón, obvio. (¿?)
Pero ni bien empezamos a ver el mundo con las manos y a tocarlo con los ojos, empieza a sonar como un pequeño y constante eco en nuestros oídos la palabra no. Privativa primera: No toques, no comas, no chupes, no llores, no corras. No, no y no. Mirá si te pasa algo.

Entonces nos vamos al colegio. Y después a la facultad. Y después hacemos un master.
Hay algunas reglas simples ante la sociedad:
Cuanto más rigor científico requiera tu estudio, mejor hablarán los amigos de tus padres y los padres de tus amigos.
La carga horaria de la carrera será directamente proporcional a la cantidad de llamados y de regalos el día que te recibas.
Cuanto más números tenga la carrera, más cifras en tu futura cuenta bancaria.
Podés conservar a tus amigos de antes, siempre y cuando vayan a la misma universidad. Y sino, los verás una o dos veces por mes. Total ahora podés moverte como pez en el agua con tu nuevo grupo nerd, de la clase a la biblioteca (pero nunca de la cama al living), luciendo tu último modelo de calculadora científica, tu brillante tabla periódica y tus naranja-suave hojas milimetradas (¿se llaman así?). No hay nada mejor que reirse de un chiste del profesor de estadística o de la pregunta obvia de la rubia tarada. Esa que se confundió de carrera y encima se viste a la moda.
Y cuando termines esta etapa de sacrificio, te van a llover ofertas de todas las multinacionales, y vas a trabajar 1000 horas semanalas, pero justificadas. Porque así vas a seguir escalando posiciones ¿y qué es más importante en la vida que hacer carrera?
La carrera te da seguridad para mañana. El esfuerzo de hoy te deja bien parado para el futuro. ¿y cuándo termina?
Quizá cuando ya no quede mañana.

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